En el complejo mundo de la política y el desarrollo global, los índices de desarrollo humano se han convertido en herramientas indispensables para medir el progreso de las naciones más allá del simple crecimiento económico. Estos índices, creados por investigadores y organizaciones internacionales, buscan capturar la esencia del bienestar humano en toda su complejidad. Sin embargo, como todo buen periodista sabe, detrás de cada número hay una historia, y a menudo, un escándalo esperando ser descubierto.
En este artículo, nos sumergiremos en el fascinante mundo de cuatro índices prominentes: el Índice de Desarrollo Humano (IDH), el Índice de Desarrollo Humano ajustado por la Desigualdad (IDHI), el Índice de Desarrollo de Género (IDG) y el Índice de Desarrollo Humano Aumentado (IDHA). Cada uno de estos índices promete iluminar diferentes aspectos de la condición humana, pero como veremos, incluso las mejores intenciones pueden tener consecuencias inesperadas en el juego de la política internacional.
El IDH, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), es el niño prodigio de los índices de desarrollo. Basado en la premisa de que el desarrollo humano significa vidas largas y saludables, conocimiento y un nivel de vida decente, este índice ha sido la estrella del show desde 1990. Utiliza cuatro indicadores: esperanza de vida al nacer, años esperados de escolaridad, años promedio de escolaridad y el Ingreso Nacional Bruto (INB) per cápita.
Pero no se dejen engañar por su aparente simplicidad. El IDH es como un mago que saca conejos de un sombrero: normaliza estos indicadores en una escala de 0 a 1 y luego los combina en una media geométrica. El resultado es un número entre 0 y 1 que supuestamente representa el nivel de desarrollo de un país. Es como si pudiéramos reducir la complejidad de la vida humana a un solo dígito. ¡Qué conveniente para los políticos que buscan titular fáciles!
El IDHI es el hermano menor del IDH que decidió que la vida no es justa y que deberíamos tenerlo en cuenta. Publicado también por el PNUD desde 2010, este índice reconoce que la esperanza de vida, la educación y los ingresos no se distribuyen equitativamente dentro de los países. Es como si alguien en las Naciones Unidas finalmente se diera cuenta de que no todos en un país viven como sus élites.
El IDHI descuenta el valor del IDH según el nivel de desigualdad en cada dimensión. En otras palabras, cuanto mayor sea la desigualdad, más bajo será el IDHI en comparación con el IDH. Es como si le dijéramos a los países: "Sí, tu promedio es bueno, pero ¿qué hay de todos esos que están por debajo de la media?" Imaginen la incomodidad en las reuniones diplomáticas cuando este índice sale a relucir.
El IDG, otro producto del PNUD, es como el árbitro en la batalla de los sexos del desarrollo humano. Reconoce que la esperanza de vida, el acceso a la educación y los ingresos difieren entre hombres y mujeres. Calcula IDH separados para hombres y mujeres y luego los compara. Un valor por debajo de 1 indica que los hombres tienen mejor desarrollo humano que las mujeres, mientras que un valor por encima de 1 indica lo contrario.
Es fascinante ver cómo algunos países que se jactan de su progreso de repente se encuentran tartamudeando cuando se enfrentan a sus puntuaciones del IDG. Es como si el emperador de repente se diera cuenta de que está desnudo, pero solo en un lado.
El IDHA, creado por el historiador económico Leandro Prados de la Escosura, es como el abuelo sabio que dice: "Esperen un momento, ¿qué hay de nuestra historia y nuestras libertades?" Este índice añade una cuarta dimensión a la mezcla: la libertad civil y política, medida por el Índice de Democracia Liberal de Varieties of Democracy.
El IDHA nos da una perspectiva histórica más larga, cubriendo la mayoría de los países desde 1870 y casi todos desde 1950. Es como si alguien finalmente recordara que el desarrollo humano no comenzó con la fundación de las Naciones Unidas. Además, normaliza logarítmicamente la esperanza de vida y la educación, porque aparentemente, el desarrollo a niveles ya altos es un logro mayor. Es como decir que es más difícil pasar de "muy bien" a "excelente" que de "terrible" a "malo".
Cuando comparamos estos índices, es como ver una reunión familiar disfuncional. Todos están relacionados, pero cada uno tiene su propia personalidad. El HDI y el AHDI están estrechamente asociados, pero el AHDI tiende a dar puntuaciones más bajas, especialmente para los países con puntuaciones bajas en ambos índices. Es como si el AHDI fuera el tío gruñón que siempre piensa que las cosas podrían ser mejores.
La comparación entre el IDH y el PIB per cápita revela países que están mejor o peor de lo que esperaríamos basándonos únicamente en su desarrollo económico. Es como descubrir que el niño rico de la clase en realidad no es tan inteligente, o que el estudiante de clase media está superando todas las expectativas.
Cuando comparamos el IDH con el IDG, vemos países que empeoran cuando se tienen en cuenta las diferencias de género (como Irán y Pakistán) y otros que mejoran debido a resultados más igualitarios en cuanto al género (como Brasil y Filipinas). Es como si algunos países estuvieran ocultando un secreto vergonzoso en su sótano, mientras que otros tienen un as bajo la manga.
Estos índices son como lentes diferentes a través de los cuales podemos examinar el desarrollo humano. Si queremos una visión general de la salud, la educación y el nivel de vida de las personas, estos datos son una mina de oro. Son particularmente útiles para identificar países con un desarrollo humano mejor o peor de lo que esperaríamos basándonos únicamente en su nivel de desarrollo económico.
Sin embargo, como todo buen periodista sabe, la elección de la herramienta correcta depende de la pregunta que estemos haciendo. Si nos interesa el desarrollo humano general de un país, el IDH es nuestra mejor apuesta. Si queremos tener en cuenta las desigualdades dentro de los países, deberíamos usar el IDHI. Para las diferencias de género, el IDG es el rey. Y si nos interesan las tendencias a largo plazo y queremos considerar las libertades civiles y políticas de las personas, el AHDI es nuestro mejor amigo.
Pero no nos dejemos llevar por el brillo de estos índices. Como cualquier herramienta, tienen sus limitaciones. No nos darán respuestas satisfactorias si estamos interesados en otros aspectos del desarrollo humano, como la sostenibilidad ambiental o la seguridad humana. Tampoco nos satisfarán si buscamos indicadores con puntuaciones fáciles de entender.
En estos casos, es mejor mirar indicadores más específicos. Después de todo, reducir la complejidad de la vida humana a un solo número es tan absurdo como tratar de medir la corrupción política con una regla. A veces, las historias más reveladoras se encuentran en los detalles que estos índices no pueden capturar.
En conclusión, estos índices de desarrollo humano son herramientas poderosas para entender cómo vive la gente en todo el mundo. Pero como cualquier herramienta en manos de políticos y burócratas, pueden ser utilizados tanto para iluminar como para oscurecer la verdad. Nuestro trabajo como periodistas es mirar más allá de los números y contar las historias humanas que se esconden detrás de ellos.
Fuente: Herre, Bastian y Arriagada, Pablo. (2023). "The Human Development Index and related indices: what they are and what we can learn from them". Our World in Data. Recuperado de: https://ourworldindata.org/human-development-index