La soberanía, en su esencia, se define como la autoridad suprema dentro de un Estado. Este concepto fundamental en la teoría política y el derecho internacional implica tanto una jerarquía interna como una autonomía externa para las naciones. En el ámbito interno, la soberanía se atribuye a la persona, órgano o institución que ostenta la autoridad máxima sobre los demás, con la capacidad de imponer o modificar leyes. En el plano internacional, la soberanía se manifiesta como el ejercicio del poder por parte de un Estado, distinguiéndose entre la soberanía de jure (el derecho legal) y la soberanía de facto (la capacidad real de ejercerla).
La etimología de la palabra "soberanía" nos remite a la expresión latina "super omnia", que significa "sobre todo" o "poder supremo". Este término encuentra su sinónimo en "principatus", derivado de "primus inter pares" o "primero entre iguales". Estas raíces lingüísticas subrayan la idea de una autoridad suprema e indiscutible, concepto que ha evolucionado significativamente a lo largo de la historia.
El concepto de soberanía, ausente en el pensamiento político de griegos y romanos, emergió durante la Edad Media como resultado de las luchas de poder entre la Iglesia, el Imperio romano y los grandes señores feudales. Jean Bodin, en su obra "Los seis libros de la República" (1576), ofreció una de las primeras definiciones clásicas de soberanía, describiéndola como el "poder absoluto y perpetuo de una República". Bodin, sin embargo, matizaba este poder absoluto sometiéndolo a las leyes divinas y naturales.
Thomas Hobbes, en su influyente tratado "Leviatán" (1651), llevó el concepto de soberanía un paso más allá, eliminando la dependencia de la ley natural propuesta por Bodin y estableciendo al soberano como la única forma de poder. Esta visión sentó las bases para la justificación filosófica del autoritarismo estatal.
Un giro fundamental en la concepción de la soberanía llegó con Jean-Jacques Rousseau en 1762. Rousseau trasladó la idea de soberanía del monarca al pueblo, argumentando que la colectividad es la fuente del poder, el cual se cede a la autoridad. Según esta visión, cada ciudadano es a la vez soberano y súbdito, participando en la creación de la autoridad y sometiéndose a ella.
El abate Sieyès introdujo posteriormente el concepto de soberanía nacional, distinguiéndolo de la soberanía popular de Rousseau. Sieyès argumentaba que la soberanía reside en la nación, considerando no solo la voluntad mayoritaria del momento, sino también el legado histórico y cultural del país.
La distinción entre soberanía nacional y soberanía popular ha sido fundamental en el desarrollo de los sistemas políticos modernos. La soberanía popular, derivada de las ideas de Rousseau, sostiene que el poder reside directamente en el pueblo, manifestándose a través del sufragio universal. Esta concepción se plasma en documentos como la Constitución francesa de 1793, que estableció que "la soberanía reside en el pueblo".
Por otro lado, la soberanía nacional, inspirada en las ideas de Sieyès, concibe a la nación como una entidad que trasciende a los individuos que la componen en un momento dado, incluyendo el legado histórico y cultural. Esta visión ha influido en la formación de parlamentos y sistemas representativos.
En la práctica constitucional moderna, ambos conceptos coexisten a menudo. Por ejemplo, la Constitución española de 1978 reconoce que "la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado", fusionando así las nociones de soberanía nacional y popular.
En el ámbito del derecho internacional, el concepto de soberanía juega un papel crucial, aunque su definición y alcance han sido objeto de intenso debate. La soberanía en este contexto se refiere al derecho de un Estado para ejercer sus poderes tanto interna como externamente, sin injerencia de otros Estados.
Carré de Malberg, en su "Teoría general del Estado", analiza la soberanía como un concepto dual que abarca tanto la independencia exterior como la supremacía interior del Estado. Sin embargo, concluye que la soberanía interna y externa son "dos lados de una sola y misma soberanía".
La aplicación práctica de la soberanía en el derecho internacional ha enfrentado desafíos significativos, especialmente en un mundo cada vez más globalizado. La tensión entre la soberanía estatal y las obligaciones internacionales, así como la emergencia de entidades supranacionales, han llevado a reexaminar constantemente el concepto y sus implicaciones.
El concepto de soberanía no ha estado exento de críticas y debates. Georg Jellinek lo describió como un "concepto polémico", reflejando las múltiples interpretaciones y aplicaciones que ha tenido a lo largo de la historia. Hermann Heller, por su parte, abogó por una relectura de las obras de Bodin, sugiriendo que muchos de los que discuten sobre soberanía no comprenden plenamente sus enseñanzas originales.
Carlos Augusto Rodríguez propone que una crítica científica de la soberanía debe exponer todas las definiciones del término y dirigir contra cada una de ellas las objeciones pertinentes. Este enfoque busca clarificar el objeto del concepto de soberanía dentro del derecho internacional, distinguiéndolo de sus aplicaciones en la doctrina del Estado o el derecho constitucional.
En el contexto contemporáneo, los debates sobre soberanía se centran en cómo reconciliar este principio con los desafíos globales que trascienden las fronteras nacionales, como el cambio climático, las pandemias o la regulación de internet. Estos debates continúan moldeando la comprensión y aplicación de la soberanía en un mundo cada vez más interconectado.
[Fuente: Artículo "Soberanía" de Wikipedia en español, consultado y adaptado para este artículo.]